Imagino el momento en que le has preguntado a Mente dónde está interpretando peligro o amenaza en tu vida. Seguro que hubo alguna cara de póker de algún lector pensando: pero…esta gente, ¿Qué me está contando?
Jejeje, lo entiendo perfectamente.
Yo me quedé feliz e incrédula a partes iguales el primer día que recibí esta información. Recuerdo haber terminado esa primera sesión online yendo hacia mi marido, parar delante de él y preguntarme: ¿Cómo le cuento esto? Y aquí entra en escena Pensamiento racional. Un tipo muy coherente que a menudo pone sobre la mesa una ristra de razones que avalan que todo está bien y que no hay nada por lo quejarse. A saber: tienes un techo, comes cada día, tienes familia, amigos… ¡Hasta te permites algún capricho de vez en cuando! Tienes hijos sanos, o la mascota que querías, o tiempo los viernes por la tarde o… qué se yo, lo que sea, así que,
¿Por qué tengo a Dolor Disfuncional todo el día pegado a la chepa?
¡Si no me puedo quejar! Otros están mucho peor que yo y mil razonamientos más que, a pesar de estar ahí no hacen que Dolor Disfuncional se vaya.
Y es que, en propia experiencia entiendo el acto de valentía que uno hace cuando:
1.- Te bajas por un momento de ese ritmo frenético que propone la sociedad actual y tomas un tiempo para escucharte.
2.- Miras hacia dentro “a ver qué hay”.
Esto es un verdadero acto de valentía que contiene un gran regalo: tú.
En experiencia propia y por lo que he visto en una parte del camino acompañando a otras personas con dolor y otros síntomas, este momento marca un antes y un después, porque, efectivamente, cuando entiendes que no hay daño en tus tejidos y es la mente interpretando miedo, peligro o amenaza, la mirada cambia. Desde donde ves esos síntomas, cambia. Y eso comienza a cambiarlo todo.

Entre tantos quehaceres y distracciones, ¿Cómo podría nadie parar a escuchar las señales de su cuerpo? Más aún si aquello que me cuenta el cuerpo es durillo de mirar…
Un baño de realidad, eh… Lo sé, lo sabemos, y cada vez más profesionales de la salud de distintos ámbitos, que, asombrados ante el porcentaje de personas que les visitan por dolor y otros síntomas sin justificación en sus tejidos, vuelven a aquello que no se debió separar: cuerpo y mente.
Una mente sin dolor, disfuncional, es una mente en equilibrio.

El cuerpo sabe lo que la mente aún no. Y es que, el cuerpo lleva la cuenta de lo vivido.
Escucharte, mimarte, dar espacio, mirar, soltar… te devuelve a tu eje, al equilibrio.

Te deseo un buen viaje a la salud, que hoy no se muestra, pero que lo hará, porque está en ti, mientras vuelve a su equilibrio.
Un abrazo enorme